lunes, 21 de noviembre de 2011

Reencuentro


Próximamente nos vamos a reunir antiguos compañeros del colegio, los cuales, la mayoría, no nos veíamos desde hace más de treinta años. El primer contacto ha sido sorprendente, como si no hubieran pasado los años, las charlas son distendidas desenfadadas, parece como si se hubiera parado el tiempo.
Y yo me pregunto ¿somos los mismos?¿como serán nuestras relaciones en el futuro? Es casi seguro que muy pocas de las moléculas que componen nuestro organismo estaban presentes en aquella época, molecularmente somos otra persona. ¿Qué nos impulsa a volver a nuestros orígenes? ¿Cómo le surgió la necesidad a la primera (porque fue mujer) de buscar a personas que no veía desde hace tanto tiempo?
Muchas de estas preguntas no tienen respuesta o son de difícil explicación. Nuestros átomos han cambiado, nuestra pensamiento ha cambiado,  bien por la experiencia que vamos acumulando con los años y bien por las responsabilidades adquiridas o por otros motivos. Yo ahora no haría cosas que hice en mi juventud, aunque no me arrepiento, ni votaría a los mismos partidos que votaba en aquella época. Pero algo continúa invariable dentro de nosotros que nos hace seguir una misma línea vital, que nos hace seguir siendo nosotros.
Es evidente que nuestro paso por el colegio nos dejó una serie de vivencias (llenas de afecto) que han permanecido durmiendo dentro de nosotros esperando ser despertadas.
Ha sido un fuego nunca extinguido que a alguien se le avivó y le impulsó a iniciar la búsqueda de “sus antepasados”.  Y el resto con el rescoldo medio apagado, acudió a la llamada como si ese lapso de tiempo nunca hubiera existido.
¿Por qué surgió esta necesidad ahora y no hace 10 años por ejemplo? Creo que por la edad, doblar la esquina de los 50 años nos hace mirar a los 60, edad que asociamos a jubilación e inicio de vejez. Se abre un vacío en nuestro interior. Puede que alguien lo considere un estupidez, y estaría de acuerdo con el.  Pero esta edad es  una edad de crisis, de cambio. Tenemos la necesidad interna de volver a nuestros orígenes, vivimos felices la mayoría, supongo, pero encerrados en un circulo a modo de jaula que forma nuestra familia y nuestros amigos. Otros tendrán la jaula construida con otros mimbres pero jaula al fín y al cabo. Esto no es malo en sí mismo, es bueno y no lo critico, pero todos hemos corrido solícitos a la llamada, salvo contadas excepciones, a la llamada que ha vuelto a encender la ilusión en nosotros, la ilusión de volver a nuestra juventud, porque eso es lo que estamos viviendo, la vuelta a nuestra juventud. ¿Cuánto durará esta ilusión?  Dure lo que dure, lo cierto es que ha sido un gran sueño del que espero tardar en despertar.   

sábado, 12 de noviembre de 2011

El paciente cautivo

Hace unos años leí un libro de Javier Marías titulado Corazón tan blanco. Me pareció una magnífica novela. Pero lo que más recuerdo de ella fue una idea sencilla que es mas o menos así, hay pequeños detalles que muchas veces nos pasan inadvertidos pero que pueden tener una gran trascendencia para nuestro futuro o el de otras personas. Pequeños detalles pero de gran trascendencia decía Javier Marías en la novela. Por ejemplo, una cita a la que llegamos tarde y por ello no hemos llegado a salir con la mujer que podría haber sido nuestra esposa. Un "no" a destiempo, un gesto, una sonrisa etc, piensen en ello y verán lo acertado de la idea. Esta idea desde entonces me ha perseguido y aparece en mi mente de forma recurrente, de tal manera, que continuamente me fijo en pequeños detalles y hago el ejercicio mental de pensar que hubiera pasado si la acción, palabra o gesto hubiera sido otro.Y todo esto lo digo porque ayer estuve visitando a una conocida en el hospital. La paciente está en buen estado y podría estar en casa, pero tuvo la desgracia de que el día en que iba a ser dada de alta la detectaron en la faringe un SARM, que es un estafilococo resistente y muy peligroso para pacientes debilitados.Piensen por un momento, si nosotros fuéramos el paciente, traduciríamos lo que nos ha dicho el médico más o menos  por: "no puedo irme a casa porque tengo en la garganta un bicho, germen o bacteria criminal".
Aunque se encontraba bien y lista para marchar a casa, la aislaron en una habitación sin visitas, y las pocas que podía recibir, cubiertas hasta las cejas. A los diez días de aislamiento el dichoso SARM desapareció pero apareció otro, también terrible, llamado BLED, o algo por el estilo y cuyo significado me niego a descifrar,  pero en la orina. Así que tenemos a la paciente sintomática, secuestrada en la habitación de un hospital y aislada del mundo "sine díe" por un simple gesto de firmar (decretar una sentencia diría yo) que tuvo un facultativo de medicina preventiva, posiblemente siguiendo un estricto protocolo internacional, todo esto posiblemente sin ver la cara de la paciente. Es una situación kafkiana, desde fuera lo asumimos como una cosa normal, la paciente que es portadora de un germen criminal debe ser aislada. No nos planteamos más y comprendemos el grave problema de las infecciones hospitalarias. Pero ¿y la paciente? alguien se ha preguntado qué siente, qué temores tiene sabiéndose portadora de un bicho criminal ¡nada menos que en la garganta! ¿qué va a significar esto es su vida?. No le arriendo la ganancia a la pobre desdichada. Yo en su lugar estaría deprimido, aterrorizado, confundido, marginado, inútil, peligroso, sucio etc etc. Pero lo mejor o peor de todo, según como se mire, y lo digo por experiencia propia, es que alguna vez, tras un cautiverio prolongado y con el tratamiento correspondiente no se pudo erradicar el dichoso bichito, o apareció otro nuevo ¿y que hacemos entonces? ¿condenamos al paciente a cadena perpetua?, dado que estos gérmenes solo son peligrosos en ciertos ámbitos, la solución dada, muy sensatamente a mi parecer, fue mandar el paciente a casa  y aquí paz y después gloria. Buen fin de semana amigos.