domingo, 25 de marzo de 2012

Te doy mis ojos

Por fin encontré algo bueno de lo que hablar. Aunque el título es el mismo título de  una conocida película sobre maltratos a las mujeres, el sentido aquí es todo lo contrario.  Ya empezaba a preocuparme, cada vez que me pongo a escribir,  me digo, hoy voy a contar algo bueno, pero irremediablemente siempre termino en el mismo sitio, en la desazón. Hoy estoy decido a cambiar esto, pero prometo volver a la carga la próxima semana, porque no me olvido del paciente convaleciente que hay que curar como sea, Ahora parece que estamos en una balsa a la deriva sobre un océano en calma, a la espera de la famosa tormenta de los presupuestos generales. ¡alto muchacho! ¡que ya te vas otra vez por el otro sendero! ¡vuelve a la idea original! me está gritando el subconsciente y he de volver a lo que iba a contar.
Apuntado como estoy a las nuevas tecnologías, y a esa máquina de hacer contactos que es el Facebook, donde se empieza  solicitando "amistad" a los amigos y se acaba con conocidos, familiares, colegas de profesión y otros pintorescos personajes.  El caso es que empezamos a saber vidas y milagros de mucha gente anónima en sus intimidades, que publican a los cuatro vientos sus gustos y querencias, algunas sorprendentes tanto en lo positivo como en lo negativo. Todos tenemos ese punto exhibicionista que nos domina y nos puede, incluso los hay que van publicando todo lo que hacen, en una suerte de Gran Hermano
Lo que iba a contar era que un día cualquiera mientras comprobaba mis correos, encontré uno que me llamó la atención especialmente, era el de un pariente que ha ido perdiendo la vista, que no la ilusión, hasta prácticamente la ceguera, solicitándome "amistad" en Facebook. Aunque quedé algo sorprendido por su condición, no le dí más importancia, acepté dicha solicitud y ahí quedó todo. Pasados unos días, mientras "chateaba" con otros amigos, el citado pariente inició una conversación que yo continué con naturalidad hasta que al cabo de unos minutos,  ya no pude contenerme más y le pregunté, llevado por una incontenible curiosidad, cómo obraba el milagro de "chatear" cuando su vista es prácticamente nula. En mi imaginación intuía algún artilugio de la ONCE, que para esto está muy avanzada, había oído de ordenadores adaptados que hablaban y  escribían dirigidos por la persona necesitada. Una línea escueta me aclaró lo sucedido, "soy yo María (nombre ficticio), yo se lo leo y luego mi padre me dice lo que tengo que escribir".  Vamos, nada de artilugios, era algo más sencillo y natural que todo eso, la niña estaba prestando sus ojos a su padre para sacarle de la oscuridad y aislamiento y meterle en el mundo de las relaciones sociales cibernéticas.
 Luego pensé en el vínculo tan grande que se está formando o se ha formado ya entre la hija y el padre, en ese vínculo de amor puro e imperecedero. También pensé en la enorme fuerza de voluntad del pariente invidente, que en vez de estar lamentándose por su desgracia, está dichoso de haber podido conocer a su hija, a su mujer, a su familia y amigos antes de sumirse en la oscuridad y que ahora está dispuesto a escribir el guión de su vida desde la ilusión y el amor. ¿que sucederá cuando la niña crezca y salga y no pueda ayudar a su padre? pues seguro que éste seguirá ingeniándoselas para continuar con una vida normal, pues de eso se trata al fin y al cabo, de hacer una vida normal, solo eso, nada más y nada menos. 

domingo, 18 de marzo de 2012

La estafa

Hace unos meses fui objeto de una estafa por algo que compré a través de internet, no en Ebay. Desde el primer momento sospeché que aquello acabaría mal. La estafadora, que se hacía llamar Carolina, daba señales de turbidez inequívocas. Aún así decidí seguir adelante, impulsado por una fuerza interior, que no puedo calificar de ignorancia, pues sabía a lo que me arriesgaba, cada uno de nosotros tenemos nuestros pequeños vicios. Nunca me había visto en otra igual, pues o bien compro en Ebay o tras recibir lo comprado pago. No obstante tenía curiosidad por ver si esta chica tan amable y solícita me estafaría o cumpliría con lo pactado. El pacto era pagar la mitad por adelantado mediante ingreso en cuenta bancaria y la otra mitad al recibir la mercancía. Pues bien tras cumplir con mi parte y recibir un correo por parte de ella anunciándome que recibiría lo comprado en unos días, nunca supe más de la tal Carolina. Los peores presagios se habían hecho realidad. Son tiempos difíciles y las necesidades de la gente pueden ser muchas, quizá tenga una familia que mantener pensé. Le remití un correo solicitándole que me devolviera parte de lo estafado, pero ni por esas. La Carol no daba señales de vida, por lo menos podía haber contestado y contarme su triste historia que la ha llevado a estos extremos y quizá yo me hubiera apiadado y enviado otra remesa. Pero no, optó por el más absoluto de los silencios  y continuó con practicas estafadoras como pude comprobar al mandarle otro correo unos meses después con otro remitente. Vamos, que era puro vicio y amiga de un dinero fácil. Mudé mi forma de ver las cosas y pensé que la Carol era una desalmada, porque  ¿a cuantos jóvenes con pocos recursos habrá estafado? es posible que a muchos, así que dejé de ser comprensivo, se me acabó la paciencia y acabé denunciando el hecho en la comisaría más cercana. El amable funcionario me advirtió que al ser la cantidad menos a 400 euros, se tipificaba como hurto y lo más probable es que la denuncia durmiera en algún cajón, salvo que acumulara otras denuncias. Yo cumplí con mi deber y mis intereses y ahí quedó todo hasta hace unos días cuando recibí una citación en el juzgado que yo pensé estaba en relación con temas del trabajo. Recogí la citación y allí me informaron que yo era el demandante. ¿demandante yo?, finalmente caí en la cuenta de la denuncia que puse y que ya reposaba en lo más hondo de mi memoria. El demandado era un tal Jonathan, la timadora Carolina se había trasnsformado en varón,  supe que era un chico joven amante del dinero fácil y con poca pinta de tener familia a su cargo. Afortunadamente no tuve que cruzarme con él en la antesala de juicio, pues allí coexisten demandante y demandado, estafador y estafado, asesino y victima, violador y violada... pues no se presentó ¿no podría ser esto de otra manera? porque además de ser el perjudicado te arriesgas a los insultos amenazas por parte del demandado durante la espera. Me llamó la atención que los juicios van como las citaciones de los médicos, cada 10 minutos uno, imagino que estará estudiado y serán casos "fáciles". El juicio se resolvió en 5, tras la intervención de la fiscal tipificando el delito, según no se cuantos artículos, como estafa y la juez dictó sentencia "ipso facto": devolver lo estafado y 90 euros de multa. No todo el mundo es bueno y ni todos a los que se les da la oportunidad de rectificar lo hacen, pero yo seguiré creyendo en las personas porque estoy convencido que los buenos superan a los malos y sería injusto tratar a todo el mundo como si fueran delincuentes. Eso sí, ya no seré tan confiado.

viernes, 9 de marzo de 2012

Pequeños detalles ¿o no tan pequeños?


A veces hay detalles que  pasan desapercibidos pero que pueden tener una gran trascendencia, hasta el punto de poner en riesgo nuestra vida por estos "detallitos". Y digo esto porque está semana tuve que visitar a una conocida en un servicio de urgencias de nuestro amado país, da igual el sitio, y lo que vi allí era más propio de tiempos de guerra que de paz. No sé si será consecuencia de la susodicha crisis o habrá sido algo circunstancial, pero para los efectos es lo mismo. Los enfermos se agolpaban por todos los sitios, todos los pasillos ocupados por camillas con su correspondiente paciente. Hasta tal punto llegó la situación que cada paciente que llegaba en ambulancia y era introducido en las tripas de este depredador insaciable, no era cambiado de camilla por falta de ellas sino que debía permanecer en la camilla en la que  había sido traído en la ambulancia, con lo cual la ambulancia no podía partir a realizar otro servicio por no tener donde transportar al siguiente paciente. Pacientes enloquecidos amarrados, viejos moribundos tratando de inhalar bocanadas de aire corrompido por el hacinamiento, otros con la mente ya borrada hace tiempo con caras inexpresivas (estos eran los más afortunados porque su mente hace tiempo que dejó de darles información de lo que sucede a su alrededor), enfermos con sondas vesicales por donde se les escapa la sangre y la vida a borbotones, todos en camillas situadas a lo largo de los pasillos formando un estrambótico tren de los horrores. Hombres, mujeres, jóvenes....personas en definitiva de toda edad y condición, mezclados al azahar dando una imagen próxima a lo que debe ser el infierno. Entre ellos deambulaban como "zombis" médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, con un ritmo frenético, la mirada fija en el horizonte inexistente y  con el rostro desencajado donde se reflejaba el sufrimiento propio y ajeno. Todos mezclados y con algo en común, la impotencia. Impotencia de los profesional, incapaces de satisfacer las necesidades de los pacientes para lo que han sido entrenados concienzudamente y lo que es peor impotencia del pobre que acude a que le sanen sin saber lo que le espera.
Perdonen ustedes que me haya ido por los cerros de Úbeda, vuelvo a retomar el hilo argumental inicial. Ante esta situación hay pequeños detalles que a mí no me pasan desapercibidos y a los pacientes que son los que los sufren mucho menos. Pónganse en el lugar de un paciente por un momento, imaginen que ya han tenido la suerte de ser visto, valorado y finalmente ingresado. ¿Creen que su pesadilla ha finalizado?, pues no, porque aquí empieza otra aventura. Debe permanecer ingresado en urgencias por falta de camas en las plantas, y  esto significa que usted está encima de una camilla de una altura considerable de la cual no puede moverse, los enfermos no pueden deambular libremente por la urgencia, el colchón es duro como una roca, si desea ir al baño que Dios le asista, siempre y cuando usted sea capaz de bajarse de la camilla sin partirse la crisma, si no es capaz, prepárese a pedir el "chato" o la "botella" para hacer sus necesidades, no podrá hablar con nadie, las personas pasarán a su lado indiferentes, no tendrá visitas o estas serán mínimas, sigan imanginando más cosas y acertarán. Y claro los días pueden pasar con usted tumbado en dicha camilla que con suerte le habrán cambiado por una cama, yacerá junto a otro infeliz que posiblemente esté viendo la luz al final de túnel, escuchará la respiración forzada de alguien, el borboteo contínuo del oxígeno. Su condición humana habrá sido rebajada, su indefensión le hará callar y sufrir en silencio y muy posiblemente estará muy agradecido, sin sufrir el síndrome de Estocolmo. Volviendo a la realidad, todo esto acabó con la resistencia de la paciente a la que había ido a ver, pidiendo por favor, a pesar de su gravedad, que la sacaran de allí a donde fuera. La estancia se le había hecho más insoportable que la propia enfermedad. Finalmente la paciente fue trasladada a una habitación en la planta donde recuperó su condición humana y su salud.
Son estos pequeños detalles que pasan desapercibidos ¿o no tanto?,  los que pueden hacer de una mala estancia  por la enfermedad, un verdadero infierno y los que rebajan nuestra condición humana hasta límites insospechados. Pero ¿qué podemos  hacer?, en tales circunstancias expresar humanidad, reconfortar a la persona es muy difícil, imaginen fijarse en estos pequeños detalles.