Por fin encontré algo bueno de lo que hablar. Aunque el título es el mismo título de una conocida película sobre maltratos a las mujeres, el sentido aquí es todo lo contrario. Ya empezaba a preocuparme, cada vez que me pongo a escribir, me digo, hoy voy a contar algo bueno, pero irremediablemente siempre termino en el mismo sitio, en la desazón. Hoy estoy decido a cambiar esto, pero prometo volver a la carga la próxima semana, porque no me olvido del paciente convaleciente que hay que curar como sea, Ahora parece que estamos en una balsa a la deriva sobre un océano en calma, a la espera de la famosa tormenta de los presupuestos generales. ¡alto muchacho! ¡que ya te vas otra vez por el otro sendero! ¡vuelve a la idea original! me está gritando el subconsciente y he de volver a lo que iba a contar.
Apuntado como estoy a las nuevas tecnologías, y a esa máquina de hacer contactos que es el Facebook, donde se empieza solicitando "amistad" a los amigos y se acaba con conocidos, familiares, colegas de profesión y otros pintorescos personajes. El caso es que empezamos a saber vidas y milagros de mucha gente anónima en sus intimidades, que publican a los cuatro vientos sus gustos y querencias, algunas sorprendentes tanto en lo positivo como en lo negativo. Todos tenemos ese punto exhibicionista que nos domina y nos puede, incluso los hay que van publicando todo lo que hacen, en una suerte de Gran Hermano.
Lo que iba a contar era que un día cualquiera mientras comprobaba mis correos, encontré uno que me llamó la atención especialmente, era el de un pariente que ha ido perdiendo la vista, que no la ilusión, hasta prácticamente la ceguera, solicitándome "amistad" en Facebook. Aunque quedé algo sorprendido por su condición, no le dí más importancia, acepté dicha solicitud y ahí quedó todo. Pasados unos días, mientras "chateaba" con otros amigos, el citado pariente inició una conversación que yo continué con naturalidad hasta que al cabo de unos minutos, ya no pude contenerme más y le pregunté, llevado por una incontenible curiosidad, cómo obraba el milagro de "chatear" cuando su vista es prácticamente nula. En mi imaginación intuía algún artilugio de la ONCE, que para esto está muy avanzada, había oído de ordenadores adaptados que hablaban y escribían dirigidos por la persona necesitada. Una línea escueta me aclaró lo sucedido, "soy yo María (nombre ficticio), yo se lo leo y luego mi padre me dice lo que tengo que escribir". Vamos, nada de artilugios, era algo más sencillo y natural que todo eso, la niña estaba prestando sus ojos a su padre para sacarle de la oscuridad y aislamiento y meterle en el mundo de las relaciones sociales cibernéticas.
Luego pensé en el vínculo tan grande que se está formando o se ha formado ya entre la hija y el padre, en ese vínculo de amor puro e imperecedero. También pensé en la enorme fuerza de voluntad del pariente invidente, que en vez de estar lamentándose por su desgracia, está dichoso de haber podido conocer a su hija, a su mujer, a su familia y amigos antes de sumirse en la oscuridad y que ahora está dispuesto a escribir el guión de su vida desde la ilusión y el amor. ¿que sucederá cuando la niña crezca y salga y no pueda ayudar a su padre? pues seguro que éste seguirá ingeniándoselas para continuar con una vida normal, pues de eso se trata al fin y al cabo, de hacer una vida normal, solo eso, nada más y nada menos.