Siento especial debilidad por los ancianos y los niños, dos grupos especialmente vulnerables a los abusos, por elloe tenemos que protegerlos por todos los medios. Así que aquí van dos historias, una sobre un anciano con un final no deseado y otra sobre un niño que muestra una gran ingenuidad o perspicacia, según como se mire.
Antonio es un paciente anciano que acudió a urgencias del hospital aquejado de un dolor intenso en la espalda, fue diagnosticado de un tumor que le comprimía la médula espinal y que amenazaba con dejarle parapléjico. Es en este momento cuando le conocí, era un anciano filósofo, de buen conversar y con muchas vivencias a sus espaldas, daba gusto escucharle. Me gusta indagar en las vidas de los que por un motivo u otro van a estar a mi lado una temporada, creo que aumenta la confianza mutua y hace todo más fácil. La esposa era más joven que él, también me pareció una persona inteligente, comprensiva y con las ideas claras. Eran gente humilde. Pues bien la evolución no fue como quisiéramos, el paciente presentó una cicatriz abierta en la espalda con múltiples infecciones por horrendos gérmenes que obligaron a su aislamiento (secuestro en el hospital), la noticia buena es que el tratamiento fué eficaz y desapareció la amenaza de parálisis. Su deterioro fue rápido, tanto mental, porque los pacientes de edad con ingresos prolongados acaban desarraigandose y sufriendo trastornos mentales de todo tipo. A tal extremo llegó su situación, que muchos de mis compañeros abogaban por abandonar toda actitud activa y su derivación a la Unidad de Cuidados Paliativos. La familia se volvió algo inquisitoria ante la mala evolución de su familiar. Me negué en rotundo y bajo mi responsabilidad continuamos con las medidas activas, no sin sufrir las críticas de mis colegas. Seguí visitándole con regularidad, y cada día le preguntaba ¿Quien soy y como me llamo? Antonio rápidamente me ubico en mi posición profesional y empezó a llamarme Salvador, el primer día no le dí más importancia, los días sucesivos continuó llamándome Salvador, así que dí por bueno el nombre, lo importante era que supiera quien era no el nombre en sí mismo. Curiosa coincidencia porque estoy seguro que el no me llamaba Salvador por ser su salvador (que tampoco lo era) sino porque estaba convencido que era mi nombre, o ¿había algo en su subconsciente dado el interés que había tomado?. Lo que sí noté era como se iluminaba su cara cada vez que iba a verle y alguna que otra lágrima se le escapó alguna lágrima a pesar de se precario estado mental.
Finalmente tras dos cirugías se consiguió solucionar el problema, mentalmente también mejoró de forma notable, ya estaba apto para ir a casa tras 6 meses de ingreso, ya no presentaba ningúan problema en especial. En este momento la familia se negó a llevárselo a su domicilio, estoy seguro que hubiera mejorado todavía mucho más. ¿Se habían acomodado a esta situación? o ¿había cambiado la situación familiar?, porque la esposa tan interesada al inicio y tan inquisitoria después ahora en el momento de la verdad ya no quiso saber nada. Así es la vida.
El viernes pasado subí nuevamente a verle y Antonio ya no estaba, había sido trasladado a un centro de pacientes crónicos, sentí tristeza y rabia por no haberme podido al menos despedirme, algo de mí también se fue con el. Triste final para tan larga lucha.
Ayoze es un niño de 12 años afecto de un tumor, estoy seguro se curará, solo falta el último pasito. Lo primero que hago cuando tengo que tratar a un niño es ganarme su confianza, o al menos intentarlo. Ayoze es un niño mayor así que no se preveía que fuera a haber ningún problema. Ayoze es un niño enjuto, nervioso, sin un pelo por la quimioterapia, me pareció pequeño para su edad, sonriente y con una mirada avispada, muy colaborador. Algo inquieto se movía por la consulta y me escrutaba, como diciendo y este ¡que coño me va a hacer ahora!. Cuando íbamos solos por el pasillo le pregunté de qué equipo de fútbol era, tras dudar me contestó -¡del Tenerife!-. Me dije aquí hay gato encerrado porque casi todos los niños ahora son del Barcelona o Real Madrid (algo menos), quizá al verme de blanco ya intuía mis afinidades. Ayoze no soltaba prenda, hasta que al final me espetó ¿y usted de que equipo es?, del Madrid, por supuesto respondí. Torció el gesto, le volví a preguntar y me respondió: -de Barca- y a continuación añadió: -Pero Doctor ¿verdad que no me va a hacer daño?-. -No mi niño no, en este partido los dos vamos en el mismo equipo-. Ayoze me sonrió.
"La vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento"
Hitch